Convencerte
Todavía no conseguía convencerme,
seguía buscando tu boca en los poemas que te escribo,
como inventándomela para mí,
ajena del mundo
abierta para incubar una paz – y no una calma –
un rayo de ablución o una tertulia de viejos amigos,
tu lengua y mi lengua,
que se ponen contentas de encontrarse otra vez,
¡mira si soy bueno inventándome utopías!
Ya no confío en esta pérfida manera de escribirte,
no he podido convencerme,
sigo buscando tus manos en la aurora del sol saliente,
casi a diario, pero a veces me quedo dormido.
Siempre le pedí a la vida,
la dicha de encontrarte,
qué cansado me pone esto de extrañarte,
de añorarte,
e ingenuo te convierto o te invento
no te tengo.
Ya no consigo convencerme,
de que tus piernas existen entre versos,
que vapulean los dedos que te escriben,
que se abren sólo en mi boca como ojo de huracán,
mira que antes que olvidarte
voy a convencerme de que tú me quisiste,
tal vez así consiga convencerte de esto,
y que el día que mi boca parca,
se encuentre, entre brechas borrascosas,
con la tuya atribulada,
se esparza el rocío
como si el pasto no lo necesitara,
como si todo esto haya sido un simulacro,
como si yo te escribiera porque así,
es como te hago mía.
Qué difícil se vuelve convencerme ahora,
de que tu pelo no huele a lo que creo,
ni el alcanfor al alcanfor,
y que tus manos se parecen,
a todo lo que no puedo escribir.
Si yo te dijera abiertamente
sin pecar de pretensión,
a qué se parece tu cuerpo cauto
cuando te escribo,
y cuando te pienso entre Marlboro, sexo y rock,
Me darías un beso tan largo,
que me alcanzaría para inventarme otro,
y muchos más,
hasta que te vuelva a ver.
Tal vez sea que me estoy convenciendo,
y honestamente,
me aterra pensar que la certeza
de quererte o no quererte
como sea,
me vaya a venir a buscar.
Ya no pido nada,
mucho menos convencerme,
ya no pido nada,
porque así,
aprenderé a vivir con lo que me queda.