Utopía
Siempre tiendo a inventarme la utopía,
a escoger mujeres entre todas,
tal cual si pudiera dibujar los labios
que te despintas cada noche.
Siempre me dura poco el camino en que huyo,
perdona mi maldita costumbre
de insistir con mi necia poesía
ya no sé si es tu culpa
o mía
o si es culpa o causa o consecuencia
y tú ya no me llamas
ni me piensas
ni me sabes.
Ya no te reconozco en las palabras que te escribí un día,
ya no te encuentro sin querer en todo,
nunca te encontré en nadie,
eso persiste
e insiste.
Nunca se me dio mucho despedirme sin teatro,
porque lleva su siempre
y como sabes,
yo le tengo miedo a lo absoluto,
a lo contundente
tus ojos son eternos cuando me ves.
Siempre tiendo a inventarme la utopía
tu pelo largo,
las ráfagas del sur,
el invierno infierno
que me sabe débil ante ti,
tú pensando en otro hombre
yo aquí.
Quizás sea eterna la utopía que me sé,
todos saben que las utopías son sólo eso:
sueños imposibles,
cartas que no son devueltas,
eternidad en los ojos que no saben corresponder,
la nostalgia de un hombre comunista
que siempre soñó con más.
Tú ya sabes que no te debo nada,
¿cómo voy a darte lo que tú regalas?
Siempre me deshizo la tristeza de entender
o saber
o aceptar
que otros hombres te merecen.
Tiemblo al hablar así.
Lo contundente siempre me aterró,
como tu adiós del que siempre huyo,
tú ya sabes que le tengo miedo a casi todo,
pero nada me aterra más
que no tener las respuestas
cuando lleguen tus preguntas.
Tú ya sabes que te quiero, pero,
¿qué importa lo que tú sepas
si no me sabes tuyo?
¿Qué importa?
si no vas a llamarme mañana
para decirme
¿Sacaste la basura?
¿Qué tanto me quieres?
¿Por qué no me contestas el celular?
¿Qué vas a hacer cuando me muera?
Siempre tiendo a inventarme la utopía,
tal vez me equivoqué al escogerte
tal vez sea otro – tiemblo –
el que descuelgue tus párpados por las mañanas,
tal vez consigo traiga una paz que no te conoció antes,
tal vez sea otra guerra la que te mate – pero, no te mueras –
tal vez sean otros soldados los que me escolten
hasta el andén bienvenido de otra mujer – pero es que no hay otra mujer –
tal vez así pueda
encontrarme – al fin, qué ingenuo al fin – la utopía,
pero
quizá tal vez puede ser ojalá – espero –
que la utopía lleve tu nombre de colores
que se descubra infinita como tu mirada,
que la utopía tenga tu voz fresca en día de sol,
tus piernas bajo tu vestidito de verano,
y que entiendas pronto – por favor –
que nadie podría quererte más que yo – escúchame –
y que las utopías las inventan los poetas
para picarle los ojos a la realidad.
Te regalo mis escombros,
los restos de este hombre que te mira – y sonríe –
y que te lleva de viaje en sus viajes,
buscando esa utopía que siempre se le escondió
en el nombre que llevas por nombre – incansable –.
Ya te ha de querer otro poeta,
que no crea mucho en las utopías,
o en nada,
y que te envíe las flores que te gustan – tulipanes –
que te regale la pasión que le sobra – la mereces –
y recoja de tus manos la incertidumbre
que te permite vivir
sin miedo a vivir.
Ya te ha de querer otro poeta – maldita sea –
que no crea en la utopia
que contrario a mí,
sea contundente
tal como la certeza de saber,
o entender,
o aceptar,
que no voy a ser yo el que te cure del mundo
que no voy a ser yo el que te acompañe mientras mueras – no te mueras –.
Creo que siempre serás mi utopía.